Deleter Taller

Este pizarrón colectivo nos convoca a hacer de esta aventura una comunidad interactiva. Poesía y Narrativa; Narrativa y Poesía, sin tiempo ni lugar.

miércoles, mayo 31, 2006

EJERCICIO IV

NARRATIVA Y POESÍA

Vamos a reflexionar, en esta parte del viaje, sobre el texto que sigue, que pertenece al teórico ruso Mijail Bajtin:

“En el hombre siempre hay algo que sólo él mismo puede revelar en un acto libre de autoconciencia y de discurso, algo que no permite una definición exteriorizante e indirecta“.

I) Escribir un breve texto (puede ser ensayo, artículo, opinión) sobre las posibilidades de reflexión literaria que ofrece este texto. Este ejercicio es denso. Tenemos tres líneas de texto teórico que, sin embargo, contienen una cantidad importante de elementos que habitualmente manejamos en la escritura. La idea es hacer concientes esos mecanismos que podemos derivar del texto anterior. Para ello, propongo algunas pautas ( las cursivas serán mías):

a) “En el hombre (mujer) siempre hay algo …” Tenemos una afirmación radical que implica cualidad permanente, por lo tanto esencialidad de “especie”. Agregué mujer, por razones obvias.
b) Ese algo sólo puede ser revelado por él (ella) mismo (a), por lo tanto es SUBJETIVO.
c) Esa revelación debe corresponder a un ACTO LIBRE. Ese algo se revela a través de una acción y esa acción es libre.
d) “ … de autoconciencia y discurso”. El acto que posibilita que conozcamos ese algo posee libertad al menos en dos planos: el plano de la autoconciencia y el plano del discurso.
e) Podemos deducir que la autoconciencia y el discurso son fuente de libertad y generadores una acción que revela algo. Es decir, hay una voluntad que mueve libremente a la autoconciencia y al discurso para que revelen ese algo.
f) Y ese algo sería, entonces, causal, origen y motivación.
g) Por otro lado, el autor da por sentado que ese algo es “susceptible” de definición,.
h) Además, sabemos que ese algo no permite una definición exteriorizante e indirecta. Donde exteriorizante e indirecta se oponen al “él mismo”, se oponen a esa “subjetividad” que mencionamos anteriormente.

¿Qué sería ese algo?
¿Posee voluntad y nos mueve a acción?
¿Es exterior a la autoconciencia y al discurso o está entramado en ellos?
¿Qué papel jugamos, qué papel juega nuestra subjetividad?


II) El segundo ejercicio consiste en “desenredar” la madeja.
La reflexión que resulte la vamos a llevar a nuestra mecánica de creación, precisamente para hacer “conciente” ese algo.
Ejemplo:

“Las palabras estaban ahí. Como en un sueño. Se movían delante de mis ojos. Cada una con su vestimenta y su máscara, con su sonido hilvanándose a los otros, formando un coro que yo no podía tocar. Porque al acercármeles, se desvanecían, como burbujas“.

O

“Lo siento“, me dijo. Fueron sus últimas palabras. Después tomó el bolso y cerró la puerta. El silencio era tan grande que podía tragarme. Lo siento. nada más. Era como la muerte. No había nada delante de mis ojos, más que ese silencio, columpiándose como una sombra sobre mi cuerpo inmóvil, ciego, naúfrago. Esperé unas horas. La puerta podría volver a abrirse. Su rostro podría volver a aparecer. El amor”.

En poesía:

Musa

Culebreando viene por mis venas
culebreando sostenida por un centímetro de sed.
Culebreando a paso seco
ondulosa entre los límites
que mi rara longitud alcanza.
Fértil en mis rincones.
Férrea como un laberinto.

Culebreando se acerca a beber
del frío de mi cabeza
y allí se ve
honda y terrible,
hasta perderse después
con luminosas pausas, con opacas preguntas,
apenas susurradas.
Alas torpes de albatros, dice,
desmedidas vestimentas.
Un gris de río que amanece
con sequedad de hielo, ventoso y obstinado
me lleva a la sonrisa de un pequeño nido .

Pronto llegaremos,
le comenta a mis mangas.
Casi es día, y en el espejo
el frío muro de la sombra
me sonríe y arroja
las llaves de mi sueños.

III) SOLO NARRATIVA:

Este texto, a continuación, debe ser convertido en trocitos:




“Comprendí, entonces, que el viaje no sería fácil y la vaga idea que me había formado de aquella trayectoria sucumbía al paso de las horas. El primer día, el capitán había enfermado. Se rumoreaba que los síntomas de una enfermedad extraña se apoderaban de él con temerosa rapidez, pero la tripulación se negaba a reconocerlo. El segundo día, al atardecer, la nave comenzó a hacer agua por estribor, cerca de la proa, y las reservas de comida se mojaron. Durante la noche, la amenaza de tormenta se declaró real y parte de los palos no resistieron hasta el amanecer. Nos encontrábamos en mar abierta y el barco estaba seriamente dañado. De un lado y otro sólo había horizonte, una curva interminable ponía límites a nuestras esperanzas, y hacía infinito nuestro temor. A la tormenta siguió una espesa calma. Desde el mediodía todo penetró en una extraña quietud que hacía lento el tiempo y más amplia la vastedad que nos rodeaba. Era el preludio de la muerte que se anunciaba con perplejidad en nuestros rostros. Como aletargados nos dirigimos a cubierta. Apenas nos manteníamos en pie. Los hombres que cargaron el cuerpo parecían débiles espectros de los marinos que unas horas antes estibaban y aparejaban. El mar se tragó el cuerpo. El primero de esta odisea. Uno más de los tantos que nunca volveríamos al punto de partida”.


1) Describir latamente al personaje, proyectándolo en su imaginación:
2) Describir al narrador, de qué modo escribe, qué estilo usa, qué sensación trasmite, cómo lo imaginamos, cuál es su intención al escribir esto, a quién va dirigido, etc.
3) Describir, proyectándolas, las perspectivas de tiempo y espacio. Dónde están, cómo es el lugar, en qué época, cuánto tiempo, hacia dónde pueden dirigirse, cuánto puede durar el viaje, etc.
4) Desarrollar dos personajes más y ligarlos con la historia. Ej. El capitán y el cocinero, introducirlos en el relato o por diálogos.
Ej.

“Comprendí, entonces, que el viaje no sería fácil y la vaga idea que me había formado de aquella trayectoria sucumbía al paso de las horas. El primer día, el capitán había enfermado. Apenas unas horas antes lo había visitado en su camarote. La opinión que tuve de él al conocerlo varió considerablemente. Se lo veía más manso y su entrecejo descansaba en una expresión llana y tranquila. Tomaba un té y revisaba los mapas. Me sonrió al verme entrar:
-Bueno, muchacho, creo que es tiempo de…”.

5) ¿Qué acciones se desarrollan, cómo es la secuencia de las acciones, cómo se encadenan, qué velocidad tienen, etc.? Agreguen dos nuevas acciones (pueden intercalarse).
6) ¿Qué elementos les parecen simbólicos? Es decir; ¿cuáles intentan representar más de lo dicho?
6) ¿Qué sentido tiene elegir el viaje como tema? ¿Qué otros temas presentes derivan de éste? (EJ: amor, miedo, muerte, etc.)¿Qué otros temas elegirían? Introduzcan un tema más.
7) La organización que analizamos puede corresponder a qué estructura o género, según ustedes? Elijan uno y continúen el texto hasta alcanzar dos páginas. Si eligen novela, será, obviamente un fragmento.

III) SÓLO POESÍA

El viaje como tema y motivación:

Vamos a intentar una composición que integre de la manera más poética posible
a) la atmósfera que el narrador trasmite. Esto se liga con el ejercicio dos. Es importante “atrapar” el tono, que se correspondería con el estado de ánimo del narrador del texto.
b) El tema del viaje, en particular, utilizando la mayor cantidad de términos del texto.
c) Una síntesis poética que genere, líricamente, la idea de viaje, de transcurso, de movimiento, de trayectoria.
Ej:

Avanza la nave en mi cabeza, mueve
naciendo y muriendo, las olas.
Avanza, persigue, empuja y no
hay destino ni tiempo en este viaje
que va, en mí, siempre abriendo…”.

Pueden hacer un solo poema (largo) o distintos poemas.

Al final, sería necesaria una reflexión, una síntesis de la experiencia del trabajo.

1 Comments:

Blogger Denise Fresard said...

Ejercicio 4 Última parte

Para esta última parte me valdré de lo que ya he propuesto como engarce para este “fragmento.” ...Justo 2 páginas...

Estábamos en el mar Caribe a 25 leguas de la costa. Abandonamos la isla de madrugada escurriéndonos de la policía y los guardias costeros. La decisión del viaje no fue fácil; dejar a la familia, los amigos; abandonar la Habana y sus calles llenas, para conquistar lo desconocido. Había en todo ello cierta pretensión de libertad innegable. Talvez era nuestra juventud la que nos permitía descreer de los logros de la revolución, sobretodo cuando la pobreza se volvía insostenible y la sensación de encierro parecía oprimir el corazón. Finalmente yo lo hacía por amor, no abandonaría a Juan en este trance. No dudaría de su decisión para ir en busca de más y mejores oportunidades. Todo fue bastante rápido; se calafateo un viejo barco abandonado en el río, se veía bien. Nadie dudó de la idoneidad del trabajo de los astilleros. Había oído hablar del capitán pero no lo conocía, sabía que era de Siboney, cerca de Santiago, que era un marino avezado, que vendría sólo para el viaje, pues no tenía como justificar su estadía en la Habana. También vinieron los Cabrera y la familia de Lito y algunos muchachos de Ravera que ayudaron en la preparación del barco. Me tranquilizaba lo corto del trayecto y las noticias de que los guardias costeros patrullaban constantemente esa zona en busca de refugiados. Sin embargo las cosas se complicaron desde el primer momento.
Comprendí, entonces, que el viaje no sería fácil y la vaga idea que me había formado de aquella trayectoria sucumbía al paso de las horas. El primer día, el capitán había enfermado. Se rumoreaba que los síntomas de una enfermedad extraña se apoderaban de él con temerosa rapidez, pero la tripulación se negaba a reconocerlo. El segundo día, al atardecer, la nave comenzó a hacer agua por estribor, cerca de la proa, y las reservas de comida se mojaron. Durante la noche, la amenaza de tormenta se declaró real y parte de los palos no resistieron hasta el amanecer. Nos encontrábamos en mar abierta y el barco estaba seriamente dañado. De un lado y otro sólo había horizonte, una curva interminable ponía límites a nuestras esperanzas, y hacía infinito nuestro temor.
Esa mañana se me acercó Mary, estaba descompuesta, ojerosa y pálida. Me miró con ansiedad cómo buscando respuesta a una pregunta que no era capaz de pronunciar, se apoyó en la baranda y suspiró sin decir nada. Mirábamos hacía el norte, allí nos esperaba el futuro, insensible de nuestro esfuerzo por alcanzarlo. La anhelada felicidad amenazaba con quitarnos la vida. – Mira yo no sé que va a pasar, pero a la isla yo no vuelvo aunque me coman los tiburones- Dijo por fin con enojo. –Esta mañana oí al contramaestre ese decir que si el capitán no mejora, volveremos a la Habana, y yo te digo chica, yo a la Habana no vuelvo. Aunque tenga que manejar yo misma este barco. -¿Qué dice Lito de todo esto?- Pregunté. Finalmente era él el artífice de este viaje, él había contactado al capitán y la tripulación. Y la verdad yo no creía que él fuera a echar pie atrás a estás alturas, sabiendo que volver significaba la cárcel.

A la tormenta siguió una espesa calma. Desde el mediodía todo penetró en una extraña quietud que hacía lento el tiempo y más amplia la vastedad que nos rodeaba.
La salud del capitán era nuestra posibilidad y nuestra salida, de una u otra forma, todos esperábamos que los cuidados de Maciel pudieran hacer que el capitán se recuperara, al menos lo suficiente como para poder dar algunas instrucciones para continuar. Maciel era un muchacho del norte, aunque decía tener experiencia, su edad no le permitía demasiada; era un moreno delgado y bien formado, con una voz diáfana de movimientos armónicos. La noche que zarpamos traía junto a su maletín de enfermero, una guitarra. Pensé que en sus expectativas de cambiar de vida prefería la guitarra a la enfermería y que no esperaba ser la piedra de tope de las esperanzas de los que allí viajaban.
A media tarde se formó una reunión espontánea para trazar las líneas de nuestro itinerario. Pude ver con claridad que la mayoría de los que viajaban no pasaba de los 30 años, que la decisión de subir a aquel barco era irrevocable y no volverían como perdedores. Estaban dispuestos a llegar a nado hasta la otra orilla antes que aceptar una derrota. Ya que las provisiones se habían mojado, se acordaron raciones, se organizó un grupo de pescadores para no sucumbir al hambre y los hombres como antiguos marinos, arriaron los aparejos y estibaron el viejo cascarón poniéndolo en marcha. Se esperaba la aparición de Maciel para informar los avances en la salud del capitán. La gente estaba agotada después de la tormenta y se les veía asustados, desconcertados, con la cara desencajada y el ánimo roto.
Era el preludio de la muerte que se anunciaba con perplejidad en nuestros rostros.
Aquella noche el mar fue más benevolente y temprano escuchamos las voces de los hombres. Maciel estaba en el puente.
Como aletargados nos dirigimos a cubierta. Apenas nos manteníamos en pie.
Vimos con sorpresa que algunos llevaban en andas lo que parecía un cuerpo. Y ante la impotencia de todos, Maciel anunció que el capitán había muerto durante la noche, pese a los esfuerzos hechos por él y un pequeño grupo de colaboradores.
Los hombres que cargaron el cuerpo parecían débiles espectros de los marinos que unas horas antes estibaban y aparejaban. El mar se tragó el cuerpo. El primero de esta odisea. Uno más de los tantos que nunca volveríamos al punto de partida”.

5:34 p. m.  

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